miércoles, 11 de julio de 2012

LA SOCIEDAD QUE SE DEVORA A SÍ MISMA: Reflexión sobre la novela El honor perdido de Katharina Blum de Heinrich Böll



Por: Rubén Alfonso Zúñiga Muñóz
¿Qué sucesos conforman nuestra vida? ¿De qué somos culpables?  ¿De qué forma echamos a correr la vida? Dentro de la celda no hay aire. Un vaho de mal olor se levanta, casi quiere reventar la pequeña ventana con barrotes. El sanitario  sucio parece ser la única compañía de Khatarina Blum. Ella no soporta la suciedad, no soporta la quietud, la pereza, necesita moverse. Ha tratado de llevar su vida de una manera adecuada. Trabajar desde pequeña, servir con fidelidad a sus patrones, ganarse la confianza. Pero, ahora se ve condenada por descubrir un sentimiento, por sentir el impulso de las fibras más tiernas del ser dentro de su pecho. Ahora recuerda a Götten, su amado, el amado de una sola noche. Recuerda el cadáver de la madre. Llora sin que la escuchen. Götten, amor en las vísperas del carnaval, amor  en la víspera del primer contacto de las miradas. Apego irremediable en las vísperas del dolor, del desmoronamiento de la vida. A él lo han arrestado, está lejos, una lágrima desea salir. Por ahora, Blum es fuerte a su deseo: quiere ver de nuevo a Götten.  La luz plateada de los flashes de las cámaras se asoma debajo de la puerta de la celda. Una y otra vez. Ni en su condena dejan de seguirla, dejan de acosarla, dejan de destruirla. Khatarina Blum recuerda la imagen del periodista con los tiros sobre el pecho.  La sangre sobre el cuarto, las sábanas que ya no están impecables. Una vida que ya no es impecable, un honor manchado, el de Katharina Blum.
Heinrich Böll, alemán, nacido en Colonia en 1917, ha sido considerado un escritor comprometido con las causas justas. Una de ellas fue estar cerca de las manifestaciones en contra de las bombas atómicas. Estos gritos de lucha se dieron durante la época de inconformidad y deseos de cambio de Mayo del 68. Böll estuvo allí, firme ante la causa, acompañando a los jóvenes comprometidos. Sin embargo, un grupo organizado e incubado durante esta época, RAF (Rote Armee Fraktion - Fracción del Ejército Rojo) y Baader-Meinhoff, realizaron una serie de atentados en Alemania como forma de protesta ante las injusticias que se gritaban en aquel tiempo (guerra en Vietnam, elevación de los valores capitalistas). Estos grupos fueron perseguidos y criticados por la prensa alemana. Ahí entró Böll. Puesto que aquellos grupos, y muchos otros, a través de estas acciones buscaban algo determinado, trataban de crear conciencia o hacer notar problemáticas sociales, políticas, Heinrich Böll saldría en defensa de aquellos ideales, para que estas organizaciones no fueran juzgadas como simples terroristas, mafiosos, vándalos, sino que se reconociera su lucha, su punto de vista del asunto. La anterior  actitud del escritor, sumado a que había dado asilo a un simpatizante del comunismo para protegerlo, desató una furia sin precedentes en manos, garras y colmillos de la prensa sensacionalista en Alemania hacia el escritor. El periódico Bild-Zeitung estaría al frente de estos ataques. Es aquí, en ese ambiente de tensiones, entre ataques de los medios, de la prensa sensacionalista, en el que nace El honor perdido de Katharina Blum, publicado en  1974, y en el que sin más censuras, al principio de lo que se va a contar, se mostrará la siguiente alerta, “Las personas que se citan y los hechos que se relatan son producto de la fantasía del autor. Si ciertos procedimientos periodísticos recuerdan los del Bild-Zeitung, el paralelismo no es intencionado ni casual, sino inevitable” (Böll, 1986, Pág. 5). Heinrich Böll nos entregará la historia de Katharina, mujer ejemplar, pacífica, que se ve acorralada por la prensa, decide matar a un periodista y espera ser juzgada.
El escritor alemán, ganador del premio Nobel en 1972, nos presenta una historia desde distintos puntos de vista. Hay un narrador que nos irá llevando a través de la diégesis, que prescinde del orden lineal de las acciones, narrador que nos estará mostrando las opiniones, las versiones de cada personaje, e igualmente algunas observaciones referentes a éstas. Sin embargo, nos llama la atención Katharina Blum, una mujer de veintisiete años que sirve a las familias Blorna y Sträubleder, haciendo trabajos domésticos, de forma dedicada, pacífica, entregada. Es una mujer atractiva, señalada como honrada, leal, acaso tímida, al punto de que la apodan  “La monja”. Sin embargo, dos amigas la llaman una tarde para que asista a una fiesta. Es ahí donde conoce a Ludwig Götten, con quien, a primera vista, comparte una atracción inefable, fuerte. Katharina decide ir con Ludwig a su apartamento. De ahí no sabemos mucho sobre lo que pasa entre los dos, pero lo certero es que Götten le confiesa a la joven que está siendo buscado por huir del ejército. Götten ha acabado de robar un banco. Con ayuda de Katharina, el hombre logra escapar del asedio policial, pero Blum quedará en la mira de los aparatos que buscan justicia, y, desafortunadamente,  de la aguda prensa sensacionalista. Aquí es donde los flashes y la tinta del periódico comienzan a herir la vida de la joven.
Pero ¿Cómo se detona aquella enorme bomba de la prensa sobre aquella ciudadana ejemplar? “Katharina había incurrido en delito al ayudar a Götten a salir de su piso sin ser visto. Y si había facilitado  su fuga, ella también  debía de ser cómplice de ciertos actos criminales” (Böll, 1986, Pág. 80).  Katharina debe lidiar con el gran monstruo que nace en aquel momento. Su vida se ve dividida en dos. La cara de “La monja” se ve diluida, primero, por los interrogatorios a los que es sometida. El personaje se ve acorralado entre la condena y lo que ella pretende como su vida normal, su vida controlada, llevada en rectos caminos. Katharina hará un informe detallado sobre su vida, sobre lo que hace, sobre sus trabajos. Es la señora Woltersheim, amiga de la joven, una de las personas que tratarán de defender el prestigio de Blum:
Su capacidad profesional estaba por encima de toda duda: este extremo lo podía confirmar ella misma –la Woltersheim- no sólo verbalmente sino, en caso necesario, también por escrito, ya que pertenecía al tribunal de exámenes del gremio. Con la nueva tendencia a disponer un buffet frío en las fiestas privadas y públicas, aumentaban las posibilidades de una mujer como Katharina Blum, que en materia de organización, cálculo y estética, reunía las mejores condiciones. (Böll, 1986, Pág. 89).
La joven despliega una personalidad tranquila, se trata de una mujer organizada, inteligente, preocupada por el trabajo y por sostener su vida de una manera adecuada. “La monja” no levantaría sospechas, pero, el gran monstruo sediento de justicia y de escándalos, hará lo necesario por demostrar que detrás de la máscara benigna, se encuentra una Blum calculadora, malvada, letal. Detrás de la vida, de la existencia que se pretende llevar, respira una bestia embriagada de perversidad. Los aparatos judiciales la pondrán, sorprendentemente, entre lo que Blum piensa de su vida, la declaración de su vida personal, y la sed de culpabilidad en manos del personaje  Beizmenne, quien investiga el caso.
Los representantes del ideal de justicia aparecerán como una gran jauría, feroz, vibrante, intimidante, dispuestas a morder cada tejido del acusado para buscar, para llevarse un trozo de podredumbre; sin embargo, en esa eterna búsqueda de culpabilidad ¿No es la misma jauría la que impregna de podredumbre la vida de Katharina?
Usted tiene fama de melindrosa, casi de mojigata, hasta el punto de que sus amigos la llaman “La monja”; evita usted las discotecas porque en ellas hay demasiado tumulto, se divorcia porque su marido se ha vuelto “impertinente”… Usted manifiesta no haber conocido a ese Götten hasta antes de ayer, y que el mismo día –en seguida, como quien dice- se lo lleva a su casa y allí, muy rápidamente, llega, digamos, a intimar con él. ¿Cómo llama usted a eso? ¿Flechazo? ¿Enamoramiento? ¿Cariño? ¿Se resiste usted a admitir que ciertas incongruencias es lógico que despierten sospechas? (Böll, 1986, Pág. 73)
¿Cómo explicar la sensibilidad, aquel apego de Katharina sobre Götten? ¿Cómo explicarle a aquel monstruo que busca justicia que Blum se ha fijado simplemente en Götten, que le ha parecido atractivo, tierno? El afecto espontáneo por parte de Katharina hacia Göten será la gran oportunidad de los medios y de los sistemas justicieros para empezar la cacería. Son los aparatos judiciales quienes pretenden buscar aclaraciones, capturar a los malhechores, acaso para recuperar la normalidad de una sociedad, acaso limpiarla de delincuentes, pero en esa tarea ¿No estarán configurando al culpable modelo? ¿Al culpable que sí les sirve? ¿Qué clases de intereses se buscan proteger cuando se está señalando a un inocente de ser el perfecto presunto culpable? Beizmenne se ve interesado en finalizar bien su trabajo y acabar bien, él mismo, frente a los medios de comunicación y frente a los que consumen aquel medio de comunicación.
¡Escuchen! ¡Las autoridades han cumplido su trabajo! ¡Bien hecho por nuestros organismos de control! ¡La vida seguirá tranquila! ¿Tranquila? ¿Pero a qué precio? Han modelado a su culpable perfecta. Katharina Blum parece absorber todas esas acusaciones,  y empezar a sufrir lo que podría considerarse una transformación de personalidad, pues, de ser “La monja” pasa a ser, después del mordisco de los medios, una asesina de periodistas, una asesina de la libertad de expresión. Sin embargo, aquella ciudadana ejemplar se ve impulsada a la decisión inexorable de detener las acusaciones y falsificaciones de las que es víctima. Es Katharina Blum, la que ha perdido el honor, la ultrajada, la que decide apretar el gatillo frente al personaje que lidera aquella imagen oscura, aterradora, tergiversada, no sólo de Katharina, sino de la gente que la rodea: el gatillo dejará libre el plomo para el cuerpo de Werner Tötges.
Tötges, periodista del “PERIÓDICO” (Así nombra Böll durante el relato el diario sensacionalista)  encarnará las acciones de los medios de comunicación sobre la vida de Katharina Blum. Éste personaje, periodista excéntrico, capaz de hacer cualquier cosa por conseguir alguna noticia, o bien, hacer cualquier cosa a la noticia para que sea vistosa, sorprendente, será una de las manos que moldearán a la criminal perfecta sobre la vida de Katharina Blum. El PERIÓDICO informará al público acerca de unas extrañas visitas masculinas que recibía Blum tiempo antes de lo ocurrido. Se dirá que aquellas visitas tendrán que ver con la relación que ésta mujer tiene con Götten y con la supuesta banda de la que él hace parte. Sin embargo, el narrador nos contará que aquellas visitas son en verdad, de un mismo hombre, del señor Sträubleder. Este hombre, uno de los jefes de la joven,  siente una fuerte atracción hacia Blum, le coqueteaba, le hacía regalos, propuestas, y ahora, desgraciadamente, estaba causándole problemas. El medio de comunicación empezará la tarea difamatoria,  crear a su culpable perfecta:
“KATHARINA BLUM, LA AMANTE DEL BANDIDO, SE NIEGA A DECLARAR SOBRE SUS VISITANTES MASCULINOS. […] La policía supone que la Blum está implicada hace tiempo en la conspiración. […] El cura de Gemmelsbroich declara: “De ella lo creo todo. Su padre fue un criptocomunista, y su madre, a quién empleé por misericordia durante un tiempo como asistenta, robaba el vino de celebrar y se entregaba, en la sacristía, a orgías con sus amantes” (Böll, 1986, Pág. 49)
Problemas de la madre con el alcohol, transformados en orgías en la iglesia; un padre que regresó desecho de la Segunda Guerra Mundial, ahora un comunista despreciable. De una Katharina inteligente y tímida, hacen una Katharina “fría y calculadora”. El PERIÓDICO crea a su sospechosa perfecta y  de igual forma, se dará la mano con la justicia. Woltersheim alegará en contra de estas tergiversaciones, de aquellas invenciones, y tratará de acusarlas ante la policía, sin embargo:
…le hicieron saber que no era asunto de la policía o del fiscal  “perseguir ciertas formas desde luego condenables del periodismo”. No se debía atentar contra la libertad de prensa, pero podía estar segura de que una denuncia privada se resolvería con justicia […] Fue el joven fiscal doctor Korten quien pronunció aquí un discurso apasionado en defensa de la libertad de prensa y a favor de los secretos de la información, subrayando expresamente que quien no frecuentaba malas compañías tampoco daba a la prensa motivo para que tergiversara los hechos. (Böll, 1986, Pág. 89)
La prensa sensacionalista, ávida de crear gran espectáculo, a como dé lugar, y, al parecer, en una eterna necesidad de crear historias interesantes para el público, responde a valores que bien podrían relacionarse con las preocupaciones capitalistas de conseguir lucro pasando por encima de cualquier cosa, de cualquier acontecimiento, de cualquier persona. Se trata de armar escándalos para entretenimiento de la clientela y para lucro inevitable. Recordemos que el periodista Tötges (su camarógrafo murió también, pero en un lugar distante; obviamente de esto también se le quiso acusar a la joven, pero, se admitirá que físicamente, científicamente era imposible cometer los dos crímenes) aparecerá a veces como una celebridad, en su lujoso Porshe,  y aún después de su asesinato, en los anuncios sobre su funeral.
La redacción del PERIÓDICO después de conocerse los asesinatos de sus reporteros fue bastante extraña, y dio lugar a una excitación  anormal. Grandes titulares. Ediciones especiales. Necrologías de dimensiones exageradas […] conviene subrayar la desmedida atención de la prensa, porque no sólo el PERIÓDICO, sino también otros periódicos trataron aquellos crímenes como algo particularmente grave, horrible y casi solemne; como si de asesinatos rituales se tratara. (Böll, 1986, Pág. 15).
¿Cómo escapar ahora al acoso de los medios? ¿Cómo superar aquel señalamiento? ¿Cómo huir del hecho de haber asesinado a un representante del periodismo y de la “libertad de prensa”? La libertad de prensa de Tötges, acabó con la libertad (de llevar una vida normal) de Blum. Katharina al ver las desigualdades, ve con buenos ojos la decisión de acabar con la libertad de Tötges, con cualquier libertad posible.
Retengamos una imagen para considerar toda esta hilera de situaciones. Pensemos en una gran serpiente, enorme, poderosa, hermosa, engulléndose a sí misma, engullendo una parte de ella, acaso pequeña, de forma lenta, que ésta misma envenena. ¿Acaso no es la imagen de una sociedad que  para protegerse, se muerde y envenena ella misma con las  mismas toxinas que genera? Observemos. Götten haría parte fundamental dentro de la consideración de los valores capitalistas que impregnan las sociedades al punto de que, para cumplir aquel sueño de acumulación de bienes y riquezas, se apele a la violencia, a la delincuencia, actos que van en contra de la normalidad, de la pulcritud, del orden pretendido de los grupos humanos. Un orden a nivel ético: él es el malo, eso no se debe hacer. Daños a la moral pretendida, acaso defendida por ciertos organismos, en este caso, la policía. La prensa, los medios de comunicación buscan entonces, en este caso, una especie de escarmiento contra los gérmenes que contaminan la sociedad: ¡Aquella es la culpable perfecta! ¡Miren su pasado! ¡Es el cáncer de nuestra sociedad! Los medios de comunicación aparecen con la misma sed, por decirlo de alguna manera, de recolección de pretextos para la consecución de poder, para atraer la atención de la sociedad sobre ciertos episodios que, al ser espectáculo, son también escarmientos acerca de lo que no se puede hacer. Katharina Blum es la víctima de aquel escarmiento. ¡Mírenla! ¡Le dicen la monja pero se acuesta con el primero que conoce! ¡Le dicen la monja pero con un trabajo de empleada tiene un apartamento caro y además automóvil! Es inevitable que Blum haga parte también de esa gran serpiente. Blum, como lo anota José María Carandell en el prologo a la edición utilizada para este análisis, hace parte de la gran maquinaría de valores capitalistas:
… se trata de un personaje que representa muchos de los valores detestados por Böll. En efecto, esta joven mujer es un verdadero ejemplar de la sociedad productiva y de consumo y de la sociedad en orden. Ella pone todo su interés no en los valores espirituales sino en los materiales. (Carandell, 1986, Pág. 21.Prólogo de El honor perdido de Katharina Blum).
Katharina no está fuera de aquel mecanismo rígido de la sociedad representada. Rígido en tanto lo valioso que se convierte el poder y la adquisición de bienestar a través del trabajo. El trabajo de las autoridades, y ya sabemos qué clase de trabajo: crear a la delincuente perfecta; el trabajo de la prensa: mostrar y hacer de aquella delincuente un espectáculo que llegue a cada habitante de aquella sociedad; el trabajo de Blum: observar cómo su vida, cultivada bajo los valores convencionales de aquella sociedad, se ve destruida, engullida, por los organismos que hacen parte de esa misma sociedad. La serpiente se engulle a sí misma, la serpiente construye su propia presa, construye su propia delincuente, y la va tragando, completamente. Aquella presa no se queda quieta, deja salir la furia, la misma furia con la que fue atacada, entonces el ciclo sigue. La serpiente se envenena a sí misma y se traga lentamente. Pretende defender por medio de las autoridades la fraternidad de una sociedad  de por sí, en esencia, llena de veneno. El reptil cría su propio veneno, su propia condena. Khatarina Blum ha sido envenenada, tragada por el monstruo, por aquella sociedad y sus organismos, para los que ella trabajaba, para los que era atenta. La policía, los medios de comunicación han corrompido una parte de su maquinaria, la han corrompido con sus propias toxinas. El monstruo se traga así mismo.
Hay que recordar que los episodios que describe la novela transcurren durante las celebraciones de un carnaval. El carnaval se presenta como un espectáculo de carácter ritual, se trata de una manifestación social, todos comparten algo con todos, la fiesta, la celebración; el carnaval es una forma de vida,  Mijail Bajtín, lo presenta como una forma de la vida, que no se trata solamente de un espectáculo representado en escenarios, sino, una forma de existencia. El carnaval en su esencia es una forma de la vida, una manera de sentirla, de percibirla, de jugar con ella, sin dejar de lado que se trata de un fenómeno social en donde diversas personas se manifiestan, viven, comparten. Todos viven el carnaval, no hay cadenas, se desenvuelve una libertad total, el mundo no posee un orden. Se presenta la coexistencia de opuestos que fraternizan en las manifestaciones del carnaval: la vida se viste de muerte, la muerte se presenta como una oportunidad de la vida, una transformación, la risa arremete contra las jerarquías, contra el orden, el rico se hace pobre, el pobre juega a ser rico, “La monja” se hace asesina, no hay solidez entre lo bueno y lo malo, sino que se complementan, viven, celebran. Un miembro del comité organizador del carnaval opinará sobre los crímenes:
Esto sucede al principio de los días alegres, y ¡Adiós ambiente y adiós negocio! Si se descubre que se abusa de los disfraces para cometer crímenes, nadie tiene ganas de celebrar el carnaval. ¡Un auténtico sacrilegio! El alborozo y la alegría necesitan basarse en la confianza. (Böll, 1986, Pág. 15).
El mundo se nos presenta como una especie de festejo y ronda de máscaras. El “negocio” debe prevalecer antes que el crimen. El dinero, la felicidad, antes que la violencia. ¿Acaso no es también un carnaval la tarea de los medios y de los aparatos justicieros alrededor de la imagen, el honor de Blum? Le han otorgado una máscara, una Katharina doble. Tal vez han hecho que Katharina se transforme en lo que ellos quieren, una manipulación desde los medios, hasta la misma mente de Blum. Le han dicho, “usted es una sospechosa perfecta”, entonces, Blum se ha creado y se ha creído aquella máscara impuesta. “Pues bien, si ustedes quieren que sea una sospechosa, lo seré al menos abrazando mi certeza”. Entonces fue cuando la joven citó al extrovertido Tötges para una entrevista en exclusiva con la feroz Blum. Fue cuando la invención de los medios y del acoso de los justicieros hizo efecto. Katharina Blum se hizo homicida, es ahora la perfecta culpable. Varios tiros sobre Tötges. Un periodista muerto, pero el honor sigue perdido.
Katharina Blum está envenenada. Lo ha perdido todo por aquel apego hacia Götten. Lo ha perdido todo en una noche.  Los sentimientos, la sensibilidad, el afecto, lo más humano de Katharina permanece diáfano, claro, limpio. Ella es lo que siente, y lo ha defendido, y se ha ganado el boleto de entrada a la cárcel. Eso no pagará el daño en su vida, la muerte de su madre; por lo menos pagará el salario de Beizmenne y una jugosa indemnización para  los conocidos de la cuasi celebridad Tötges ¿Cuál ha sido la culpa de Katharina? ¿Fijarse en Götten? ¿Vivir bajo los preceptos y la disciplina de la misma sociedad que la castiga? Las culpas se diluyen. El mundo se transforma en una gran y venenosa serpiente que se engulle a sí misma. Cultiva a los seres con sus toxinas. La toxina se ve en la televisión, en el periódico, en la corrupción, en la injusticia, y sólo se espera el momento en que los seres se impregnen de aquel veneno para que la sociedad y sus órganos, que ya están envenenados, los devoren. El ciclo se repite. La serpiente muere lentamente.


Referencias bibliográficas

Autores varios. Heinrich Boll: Con motivo de su muerte, Selección de Notas Neurológicas y la última entrevista. Inter Nationes. Bonn, 1985.
BÖLL, Heinrich. El honor perdido de Katharina Blum. Círculo de Lectores S. A. Barcelona, 1986.
MIJAIL, Bajtín. Carnaval y Literatura. [En línea] http://es.scribd.com/doc/68254332/Mijail-Bajtin-Carnaval-y-Literatura.
WIESNER, Herbert (Compilador). Nueva literatura alemana, antología de autores contemporáneos. Fondo de Cultura económica. México. 1993.


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